Si se inhala, el butano puede tener graves consecuencias para la salud que pueden llegar a ser mortales (asfixia, fibrilación ventricular). Estos riesgos también pueden provenir de la combustión de butano, que libera sustancias nocivas como el dióxido de nitrógeno. Cuando la combustión es incompleta debido a la falta de oxígeno, la combustión del butano también crea carbono o monóxido de carbono.
El butano es un depresor del sistema nervioso central cuando su concentración alcanza las 17.000 ppm. En altas concentraciones actúa como un simple asfixiante, puede desplazar el oxígeno necesario para la respiración. Constituye un peligro en espacios cerrados donde su concentración debe ser inferior o igual al 10% del LEL (límite inferior de explosividad) o 1.600 ppm.
El butano es poco soluble en agua pero se disuelve en alcohol y éter. Inodoro e incoloro, se encuentra en estado gaseoso a temperatura ambiente pero puede licuarse a una presión relativamente baja. El butano es un gas altamente inflamable. Se enciende rápidamente en el aire en presencia de electricidad estática, chispa, llama o cualquier otra fuente de ignición. Forma una mezcla explosiva con el aire dentro de los límites del 1,6% al 8,4% en volumen.